"El público es explotado y socavado por lo peor del cine mundial"
El realizador Bruno Dumont, invitado al Ficci, habla en contra de la crítica y del cine industrial.
Director, productor y guionista, el francés Bruno Dumont es uno de los realizadores de su país que mejor fusionan en sus películas elementos de vanguardia con el drama inspirado en la realidad.
El resultante es una filmografía de romances retorcidos, relatos de violencia descarnada de gente del común y hasta musicales inspirados en las vidas de personajes históricos, como Juana de Arco. Sí, la misma heroína francesa que acabó quemada viva en la hoguera.
A veces, sus películas resultan incómodas, repulsivas. Provocadoras, en palabras de algunos de sus críticos. Pero el mismo Dumont lo refuta: “Todo lo que es excesivo es insignificante, así que la provocación como tal es siempre vana. En el equilibrio del cine, una película es una balanza con el propio espectador; algunos hacen peso y otros, no”.
El director galo se encuentra en Cartagena, como protagonista de uno de los tributos de la edición 58 del Festival de Cine, donde se proyectan algunas de sus películas más conocidas y participará en la clase magistral ‘El oscuro corazón del hombre’, mañana, en la sede de la Cooperación Española.
“Me mantengo alejado de la desproporción, es decir, una imagen demasiado bella puede llevárselo todo. El arte de la escenificación es un equilibrio armónico y proporcionado entre todos los elementos que lo componen”, explica Dumont acerca de la estética de sus producciones.
La vida de Jesús, La humanidad, 29 Palmas, Flandres, El pequeño Quinquin y Camille Claudel 1915 (con Juliette Binoche) son algunos de los títulos que forman parte de la retrospectiva del francés que se exhibirán hasta el lunes, último día del certamen cartagenero.
En diálogo con El Tiempo, Dumont profundizó detalles de su trabajo y señaló al cine industrial y a los críticos como los culpables de la poca formación del público.
Sus películas demuestran que se puede impactar mucho con producciones austeras. ¿Es complicado financiarlas?
La dificultad es una parte integral de la puesta en escena sin la cual no se logra nada grande. Las películas con muchos recursos generalmente son malas o no están muy lejos de serlo.
¿Cómo es su relación con sus actores?
Los actores son sagrados. Actúan siempre en el lugar de los espectadores y para ellos. Todo el arte del cine se basa en este pacto, en el cual el espectador es el destinatario.
¿Cree que hay una brecha entre el cine de los festivales y el que llega a las salas?
No es una brecha: es un abismo. El público, en general, se ve privado del cine propiamente dicho. Es explotado y socavado por lo peor del cine mundial, cuyas películas de calidad son excepciones. Los festivales son los únicos lugares que quedan para ver cine; no el industrial, es decir, el cine real. Lo peor no es tanto la calidad de las películas, sino el compromiso de los medios de comunicación con la industria, cuando dicen que las películas mediocres son buenas.
Por esta razón, el público prefiere lo mediocre a lo bueno (...). En otras palabras, el problema del cine mundial es sobre todo de crítica cinematográfica que durante mucho tiempo ha seguido de cerca la explotación masiva del público con estas películas.
Solamente cuando las películas comerciales hayan desaparecido y dejen de ser elogiadas por un crítico colaborador, finalmente las buenas serán más valoradas.
En ese momento, la educación del público puede surgir naturalmente. Viendo buenas películas, el espectador se forma, y a ese ritmo, en cinco años, millones de espectadores podrán ver una película de Yasujiro Ozu (el realizador japonés de Historias de Tokio).
¿Cómo sabe que está ante el insumo de su próxima película?
No lo sé, es algo que veo. Es un rapto.
Sofía Gómez G.
Diario El Tiempo, Colombia, 2 de marzo de 2018
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